Los
muros de la ermita se encuentran decorados con pinturas murales
realizadas al temple que han sido recientemente restauradas.
Estas pinturas han sido retocadas en diversas restauraciones
y modificadas, sobre todo, parte de los frisos inferiores
y zócalos, así como las escenas que acompañan
el arco de la puerta principal.
El conjunto pictórico de la ermita se debe al pintor
Juan Ibáñez que residió en Totana durante
las primeras décadas del siglo XVII, aunque es posible
que otras manos trabajaran en este conjunto. Algunos autores
han querido ver la intervención de Fray Antonio Bernón
un franciscano que residió en el monasterio de Santa
Ana de Jumilla y que falleció en 1630. Dicha atribución,
se ha realizado por la temática franciscana que se
narra en varias escenas de estas pinturas, como también
por la presencia del cordón franciscano que se utiliza
para separar parte de ellas. Ahora bien, no está documentada,
hasta el momento, la estancia del mencionado franciscano en
la Santa, ni tampoco parece existir un paralelismo con las
pinturas existentes en el monasterio de Jumilla, atribuidas
a fray Antonio Bernón, que nos haga inclinarnos por
esta autoría. Sin embargo, sí que tenemos documentada
«la pintura que hizo en el arco de la capilla de Santa
Eulalia», trabajo que realizó el pintor, Francisco
Heredia en 1681.
El interior de la ermita está decorado con pintura
en las que se relatan los milagros de Santa Eulalia, la vida
de varios Santos, destacando la referencia a la de San Francisco
Recorrido iconográfico
Proponemos un recorrido por las pinturas de la ermita comenzando
por el muro de la Epístola – situado el visitante
de cara al altar mayor, el muro de su derecha.- Seguir a continuación
con el muro del coro – muro frente al altar mayor a
los pies de la nave.- Para concluir con el muro del Evangelio
– situado el visitante de cara al altar mayor, el muro
de su izquierda, tras contemplar el arco toral que da apertura
al presbiterio.
Muro de la Epístola
Se
inicia el recorrido por este muro contemplando el retablo
dedicado a la advocación de Santa Ana. Las escenas
pictóricas que se representan a lo largo de él
guardan una menor homogeneidad que el resto. En este paramento
aparecen relatadas las siguientes:
En la franja inferior, tras salvar el retablo de Santa Ana,
nos encontramos con La Visitación de la Virgen; la
Natividad y la Adoración de los pastores; la Adoración
de los Reyes; Santa Úrsula y sus compañeras
Sigue a esta escena el Bautismo de Cristo, (parcialmente tapada
por el púlpito: estructura de madera y policromada,
desde la que en otros tiempos predicaban los sacerdotes);
Salomé con la cabeza de San Juan Bautista degollado;
un milagro de los Santos Cosme y Damián
Concluye esta zona con la imagen de San Pascual Bailón
(hermano lego de la Orden Franciscana. Cultivó intensamente
el amor a la Eucaristía. De niño cuidaba el
rebaño familiar, secuencia que aparece al fondo de
la escena, y en esos ratos aprendió a leer y a escribir.
Su vida en el convento se caracterizó por sus largas
horas de oración frente al Sagrario.)
Volviendo
otra vez al punto de partida, encima del retablo de Santa
Ana aparece, de izquierda a derecha, la Inmaculada Concepción;
la Purificación de la Virgen; la Huida a Egipto; la
Asunción de María; (en esta zona encontramos
una de las ventanas de la nave que filtran la luz natural
en la ermita); San José con el Niño Jesús
y San Andrés (en esta escena el Niño Jesús
prefigura la Pasión, porta una sierra de carpintero
y lleva bordados en su túnica los símbolos de
la Pasión. Detrás de San Andrés aparece
la cruz en aspas, símbolo de su martirio.) En la parte
superior de este motivo se encuentra el tornavoz del púlpito,
se trata de una gran concha tallada en madera y dorada. Seguidamente
aparecen Santa Lucía y Santa Quiteria.
A continuación nos encontramos con la escena en la
que se representa a los Santos Pedro y Pablo. (San Pedro con
las llaves entregadas por Cristo, la del cielo y la de la
tierra. San Pablo con la espada de su martirio), el Martirio
de San Juan Evangelista; (a una edad muy avanzada, realidad
que no se corresponde con el personaje que aparece en esta
escena, San Juan fue detenido en Éfeso y arrojado a
una caldera de aceite hirviendo, pero salió indemne.
En la mano porta una copa de la que sale un pequeño
dragón en referencia a la prueba a la que le sometió
el sumo sacerdote de Diana en Éfeso que le obligó
a beber un brebaje empozoñado con serpientes venenosas,
prueba de la que San Juan salió victorioso).
Seguidamente nos encontramos con la puerta lateral de la ermita.
En la parte superior se encuentra la inscripción con
los datos conmemorativos de la conclusión de estas
pinturas.
Al otro lado de la puerta aparecen las siguientes escenas.
Comenzando por la franja inferior, tres frailes que algunos
autores identifican con tres santos eremitas; la siguiente
escena se corresponde con Santa Rosalía de Palermo
y el hallazgo del cuerpo de Santa Sofonia
Para concluir esta parte del muro lateral aparecen representados,
San Leno; San Lesmes, abad del convento de San Juan en Burgos,
que dedicó su vida a servir a los más pobres);
esta escena se separa de la anterior por una ventana; Josafat,
ermitaño, junto a un león.
Volviendo a la franja superior de esta parte nos encontramos,
en primer lugar con la escena en la que la Virgen le impone
la casulla a San Ildelfonso (San Ildelfonso fue arzobispo
de Toledo en el siglo VII. Se distinguió por su devoción
y sus escritos en defensa de la Virgen María y en reconocimiento
recibió la casulla de manos de la Virgen). A continuación,
San Gonzalo de Amarante,
Tras esta escena se representa a San Cristóbal (un
gigante llamado Réprobo decidió buscar al príncipe
más poderoso de la tierra y ponerse a su servicio.
Un día un niño le pidió que lo pasara
a la otra orilla de un río muy peligroso. Allí
un monje le guiaba con un farol. A cada paso que daba el gigante
con el niño encima más pesada se le hacía
la carga. Cuando lo pasó al otro lado le dijo: «He
sentido un peso mayor que si llevara el mundo entero».
A lo que el niño le contestó: «Bien puedes
decirlo, sobre tus hombros acarreabas al mundo entero y al
creador de ese mundo». El gigante se cambió el
nombre por Chistoforus o portador de Cristo.) Una ventana
separa esta escena de la siguiente en la que nos encontramos
la representación de San Juan Nicius. Seguidamente,
y finalizando esta franja aparece, San Buenaventura (los elementos
iconográficos que lo acompañan nos inclinan
a pensar que se trata de este personaje. Así, aparecen
junto a él unos cacharros de cerámica, probablemente
en referencia al episodio en el que los enviados del Papa
encargados de notificarles su ascenso a cardenal, lo encontraron
en el jardín lavando los platos; él les rogó
que esperaran a que terminara la faena. Su confianza en Cristo
aparece reflejada cuando al preguntarle sobre la fuente de
su sabiduría de Dios, él respondió que
la cruz era la única fuente de toda su ciencia. Igualmente
se cuenta que habría regresado a su tierra, durante
tres días, después de ser enterrado para acabar
las Memorias de San Francisco, obra en que estaba trabajando
cuando le sorprendió la muerte).
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